MADRID, Durante 10 años, al menos un día a la semana, Karen Swallow se dedicó a ayudar a madres en riesgo de aborto. Calcula que vio a unas 2.500 mujeres entrar en el abortorio. Una de ellas, a la que ayudó, quiso enviarle un mensaje de agradecimiento 20 años después.
Una vida fructífera necesita de paciencia y confianza. Lo saben bien los agricultores que trabajan por sus cosechas, pero también los padres respecto de la crianza de sus hijos. En ocasiones, uno nunca sabe cuándo va a recoger el fruto más preciado.
Algo así le ha sucedido a Karen Swallow, que durante 10 años, sin fallar a su cita, acudía un día por semana a las puertas de un negocio abortista para ayudar a las mujeres que acudían con la idea de terminar con la vida de sus hijos antes de nacer.
Ella calcula que, al menos, debió de ver entrar a unas 2.500 mujeres, a algunas de las cuales consiguió ayudar a seguir adelante con su vida y a apostar por la de sus hijos sin renunciar a la maternidad por difíciles que fueran las circunstancias.
En ocasiones, los rescatadores no saben cómo acaban las historias de las personas a las que atienden. Muchas veces, nunca más reciben información sobre si aquella chica finalmente abortó o no.
Esa incertidumbre se despeja si llega el caso, de forma casi milagrosa, años después, cuando de forma inadvertida uno toma conciencia de los frutos que han surgido de una acción constante y paciente en el pasado.
A Karen le sucedió a través de su cuenta de Facebook. Ella describe el momento como “una tarde perezosa de domingo” en la que recibió el siguiente mensaje:
“No estoy segura de que me recuerdes. Te conocí hace 20 años a las puertas de Women Services en Main St. Sólo tenía 15 años. Tú salvaste la vida de mi hijo. Estaba sola, para comenzar el procedimiento de dos días. El primer día de la posible ‘terminación’, me dijeron que esperara en casa y que volviera al día siguiente para completarlo.
Sin embargo, esa noche sentí a mi hijo moverse. Al día siguiente, camino del edificio, te conocí… Creo que me leíste algunas escrituras y me explicaste otras opciones. Entonces decidí quitarme la laminaria y continuar con el embarazo. Ese día me llevaste a casa y nunca te apartaste de mi lado, me llevaste a tu iglesia y me pusiste en contacto con varias agencias (de ayuda a la mujer embarazada).
Fuiste realmente una bendición para mí. Hoy mi hijo tiene casi 20 años, está en la universidad comenzando su segundo año. Le echo de menos, es lo mejor que me ha pasado“.
En su relato personal publicado en Christianity Today con permiso de la otra protagonista de esta historia, Karen explica que tuvo que revisar sus notas en los diarios que llevaba para recordar las circunstancias en las que se conocieron.
Pero al tiempo reconoce que “a menudo en estos casos, cuando llega el bebé resulta incómodo que las mujeres se muestren abiertas con los demás acerca de la decisión que casi toman”. En todo caso, año y medio después, Karen cambió de Estado y se perdieron la pista.
“Ella nunca me olvidó”
Karen siguió con su vida sin recordar en especial a esta mujer. “Sin embargo, ella nunca me olvidó”, confiesa. En los mensajes posteriores al que reabrió el contacto, le confesó que antes de ir a su encuentro, estuvo tiempo siguiéndola en redes sociales sin interactuar, hasta que encontró las fuerzas.
“Siempre has ocupado un lugar en mi corazón”, le dijo, mientras le explicaba los pormenores como madre soltera y cómo logró que su hijo estudiara la secundaria y ahora pudiera estar en una universidad privada.
Karen reflexiona sobre la forma en que esta historia ha vuelto a su vida. “Para la mayoría de nosotros, es humano querer saber que de alguna manera hemos hecho la diferencia y, sin embargo, la mayoría de las cosas importantes en la vida requieren que esperemos mucho antes de que veamos alguna evidencia”, expresó.