VATICANO, Un día para ellos, para demostrarles que la Iglesia los ama y que son el “corazón del Evangelio”. Un día en el que dejar atrás la indiferencia y en el que tomar conciencia del sufrimiento del prójimo.
Este domingo se ha celebrado la I Jornada Mundial de los Pobres por iniciativa del Papa Francisco. “Estamos llamados a tender la mano a los pobres, a encontrarlos, a mirarlos a los ojos, a abrazarlos, para hacerles sentir el calor del amor que rompe el círculo de soledad. Su mano extendida hacia nosotros es también una llamada a salir de nuestras certezas y comodidades, y a reconocer el valor que tiene la pobreza en sí misma”, dice el Pontífice en el mensaje de esta Jornada.
A primera hora de la mañana, Francisco presidió una solemne Misa en la Basílica de San Pedro en la que participaron unos 8.000 pobres. También enfermos y personas que se ocupan de ellas, miembros de asociaciones e instituciones laicas y religiosas de la Iglesia.
En la homilía recordó que en la debilidad de los pobres “hay una fuerza salvadora”. “Y si a los ojos del mundo tienen poco valor, son ellos los que nos abren el camino hacia el cielo, son nuestro pasaporte para el paraíso”.
Después, el Pontífice rezó el Ángelus desde la ventana del Palacio Apostólico, como hace cada domingo, y rápidamente al acabar se trasladó hasta el Aula Pablo VI, donde ya estaba todo preparado para el almuerzo a 1.500 pobres.
El Papa, entre ellos, les habló, sonrió y animó. A su llegada les dio la bienvenida y poco después se sentó junto a ellos en una de las mesas preparadas para la comida.
“Sed bienvenidos todos. Preparémonos para este momento juntos. Cada uno de nosotros, con el corazón lleno de buena voluntad y de amistad hacia los otros, compartir el almuerzo y deseándonos lo mejor los unos a los otros. Ahora, vamos a rezar para que Dios os bendiga, para que bendiga el almuerzo, para que bendiga a todos los que lo han preparado, para nos bendiga a todos nosotros, a nuestros corazones, a nuestras familias, nuestros deseos y nuestras vidas, para que nos de salud y fortaleza”, dijo el Papa al inicio del almuerzo y con un micrófono.
Para que todo saliera a la perfección, los pobres fueron servidos por 40 diáconos de Roma y unos 150 voluntarios de parroquias de otras diócesis de Italia.
Pero, ¿cuál fue el menú? El encargado de deleitar a los pobres con una buena comida fue el restaurante “Al Pioppeto” de Sergio Dussin, encargado en el Vaticano de los almuerzos oficiales o los catering y conocido por su “buena mano” entre los fogones.
Como no podía ser de otra manera, el menú estuvo compuesto de platos típicos italianos: comenzaron por unos gnocchetti (pasta elaborada con patata) tradicionales de la región de Cerdeña, acompañados de tomate, aceitunas y queso Collina Veneta. Luego continuaron con unos ‘bocaditos de ternera’ con verduras, polenta (harina de maíz) y brócoli procedente de la región de Bassano.
El postre fue un tiramisú a la “veneta” y café, y todo el almuerzo contó con agua y refresco de naranja.
“También pedimos una bendición para todos los que están en otros comedores sociales en toda Roma. Roma está llena hoy de ellos. Un saludo y un aplauso para todos”, añadió el Papa ante la atenta mirada de sus convidados. Los pobres, entonces, aplaudieron a Francisco calurosamente y comenzaron a comer con una sonrisa dibujada en su rostro.
También pudieron festejar otros 2.00 sin techo en los diferentes comedores sociales, seminarios y centros católicos repartidos por toda la ciudad. En el Aula Pablo VI, la Banda de la Gendarmería Vaticana puso el hilo musical y el coro “Las Dulces Noches”, compuesto por niños de 5 a 14 años, deleitaron con algunas canciones.