P. Luis Santamaría del Río.
Muchos piensan que el horóscopo es un pasatiempo más, un entretenimiento gracioso que no tiene mayor importancia. Sin embargo, hay gente que lo lee ávidamente y esto genera en ella una cierta dependencia. Sea su uso más o menos abusivo, un cristiano debe rechazar frontalmente cualquier intento de encontrar su futuro o las orientaciones para su vida en los movimientos o en las posiciones de las estrellas. Veamos las principales razones.
En primer lugar, no hay ningún soporte racional a la idea de la influencia del zodiaco en nuestra vida. Los doce signos que van de Aries a Piscis corresponden a divinidades griegas y romanas y se trata de un sistema rechazado por la astronomía moderna (es importante distinguir la astronomía, que es una ciencia, de la astrología, que es la adivinación). Entre otras razones, porque responde a una concepción geocentrista del universo (según la cual la Tierra estaría en el centro, cosa que sabemos que no es verdad) y porque se ha descubierto un nuevo signo (Ophiucus o serpiente), que trastocaría todo el sistema zodiacal que conocemos, al tener que colocar 13 signos a lo largo del calendario anual.
Además, el juicio de la fe cristiana es claro: estamos hablando de superstición y prácticas de adivinación. En el fondo, para cualquier religión monoteísta, esto equivale al pecado de idolatría: no fiarnos de Dios y querer asentar nuestra confianza en otras cosas fuera de Él. Querer conocer el futuro equivaldría a querer ser iguales a Dios. Judíos, cristianos y musulmanes rechazamos estas prácticas. La Biblia es clara en su condena a la astrología, que se ve como un pecado contra el primer mandamiento, como un pecado contra la fe en el único Dios.
En cuanto a la superstición, el Catecismo de la Iglesia Católica señala que “es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas que impone. Puede afectar también al culto que damos al verdadero Dios, por ejemplo, cuando se atribuye una importancia, de algún modo, mágica a ciertas prácticas, por otra parte, legítimas o necesarias” (n. 2111).
¿Y qué se dice del recurso a las prácticas de adivinación, como puede considerarse el horóscopo? Leemos que “la actitud cristiana justa consiste en entregarse con confianza en las manos de la providencia en lo que se refiere al futuro y en abandonar toda curiosidad malsana al respecto” (n. 2115). Por ello, explica, “todas las formas de adivinación deben rechazarse”, y detalla que “la consulta de horóscopos, la astrología, la quiromancia, la interpretación de presagios y de suertes, los fenómenos de visión, el recurso a ‘mediums’ encierran una voluntad de poder sobre el tiempo, la historia y, finalmente, los hombres, a la vez que un deseo de granjearse la protección de poderes ocultos. Están en contradicción con el honor y el respeto, mezclados de temor amoroso, que debemos solamente a Dios” (n. 2116).
Como señala acertadamente el sacerdote mexicano Jorge Luis Zarazúa, “la creencia en los horóscopos es peligrosa. Es casi es como creer en otra religión. Hay personas que intentan hacernos creer que no somos libres sino que estamos determinados en todo por nuestro signo zodiacal. No sería yo quien realiza su propia vida, sino que todo mi obrar estaría dirigido por una extraña fuerza proveniente de las estrellas”. Además, muchas personas se aprovechan de la credulidad y vulnerabilidad de las personas para engañar y enriquecerse. Mucho cuidado.
Fuente: catolicosportuweb